Algo que muchas veces no se tiene en cuenta es que el sentimiento de culpa por no amamantar puede ser un síntoma de depresión posparto.
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Se estima que lo padecen, como mínimo, una de cada ocho madres en el año que sigue al parto.
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Las madres deprimidas tienen más riesgo de abandonar la lactancia.
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A nivel cognitivo dificulta el amamantamiento, al ser más probable que la madre no lo disfrute, que piense que su leche no es suficiente o que sienta dificultad para interactuar con el bebé.
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La sintomatología ansiosa y depresiva puede hacer que la madre se preocupe obsesivamente por la salud del bebé y por la cantidad de leche que produce o por controlar las tomas con detallado registro escrito. Esto termina dificultando la experiencia.
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A su vez, las madres que tienen dificultades tempranas con la lactancia tienen más riesgo de deprimirse.
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Por todo esto, es fundamental la asesoría y el apoyo de la lactancia.
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