14 Oct
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La recuperación física tras un parto traumático suele ser lenta. La herida de la cesárea suele tardar unas seis semanas en cicatrizar por completo, una episiotomía tarda bastante menos, pero el problema es que la herida del trauma psíquico no se suele valorar ni tratar, aunque puede complicar o entorpecer muchísimo la lactancia o la recuperación física.
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Para poder sanar el parto traumático es preciso valorar, en primer lugar, el trauma y las pérdidas asociadas al mismo.
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Es importante que la mujer pueda contar su historia con detalle, que se transcriba literalmente, y si es posible, que se recoja también lo que vivió o presenció el padre o acompañante. Hay que intentar comprender qué vivió el bebé, ponerse en su piel. Identificar todos los traumas: en el plano físico y en el psíquico y su impacto en la madre, el bebé, en la pareja, en la lactancia, en la interacción de la diada.
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En ocasiones, además del trauma del parto, se asocia una reacción de duelo por no haber podido iniciar o mantener la lactancia como se deseaba. O el trauma de la madre y la hospitalización del bebé han motivado que la interacción entre ambos esté marcada por la ansiedad materna. En estos casos, hay que hacer un plan de tratamiento en cada esfera, al ritmo que pueda y quiera la madre, con los recursos disponibles.
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Así trabajamos en BEZA, en equipo: psicóloga, psiquiatra, puericultura, profes de yoga, instructora de shantala, todas comunicadas, disponibles, abiertas a la escucha del relato, sin juzgar ni cuestionar su historia, ayudando a canalizar el trauma para que se transforme en un catalizador positivo, a que sea un crecimiento en varias esferas. Tal vez sanar el parto conlleve no solo a restaurar, sino a GANAR, aunque sea más tarde, todo lo precioso que trae un parto respetado.
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Texto adaptado: Parir, Ibone Olza.


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