12 Jun
12Jun

Esta es una pregunta difícil. La actitud de nuestra sociedad ante el colecho es tan negativa que no hay estudios serios sobre su duración normal. Si no se hiciera el más mínimo esfuerzo por sacar a los niños de la cama de sus padres, ellos mismos se irían tarde o temprano. No sé a qué edad, porque no conozco a nadie que haya hecho la prueba; sin duda la edad será distinta en cada familia, y dependerá del temperamento y de los deseos del niño y de sus padres. Pero estoy razonablemente seguro de que ninguno de mis lectores siente, en estos momentos, el menor deseo de volver a dormir cada noche entre su padre y su madre. Los japoneses suelen dormir con sus padres hasta los cinco años. Los chimpancés también hasta los cinco, pero tienen la pubertad a los siete, por lo que sus cinco años vienen a ser como diez de los nuestros. Cuando no existían casas ni ropa, se hace difícil imaginar a un niño de menos de diez años durmiendo solo. Pero ahora dormir sólo ya no es tan peligroso, y muchas madres y padres preferirían que los niños se fueran de su cama antes de los diez años. A otros padres, el colecho les es indiferente o les parece muy agradable. Puesto que no perjudican a nadie, están en su perfecto derecho a seguir durmiendo juntos todos el tiempo que quieran. Cuando los niños comprenden racionalmente que no hay peligro, que sus padres están en la habitación de al lado y que si los necesita vendrán, son capaces de dormir solos sin llorar, y de no llamarlos si no surge ningún problema. Pero el instinto les sigue diciendo otra cosa. Imagine que le dice a su marido: «Cariño, como ya no vamos a tener más niños, lo mejor será que no tengamos relaciones sexuales nunca más.» Racionalmente, seguro que puede entenderlo; pero, ¿podrá llevarlo a cabo?

Por mi experiencia y la de otras familias que practican el colecho, diría que hacia los tres o cuatro años, si se les vendela idea con habilidad («como eres un niño mayor, vas a tener tu propia camita, y un armario para guardar tus juguetes...»), los niños suelen aceptar dormir solos. Pero piden que les cuenten cuentos y les hagan compañía hasta que se duermen, y lo siguen pidiendo cada noche hasta los siete u ocho años. Y no que les haga compañía cualquiera, sino habitualmente su madre. Es típico que papá cuente un cuento, y otro, y otro más, y cuando por fin diga: «Bueno, ya está bien de cuentos, ahora a dormir», el niño conteste: «Pues que venga mamá.» ¿Y qué madre no ha oído alguna vez una vocecita: «Ven, mamá, que papá ya se ha dormido? El cambio a su propia habitación es más fácil si existe un hermano mayor con el que compartirla. Aunque a partir de cierta edad, es posible que el hermano mayor también prefiera estar solo. Durante los años de conflicto, entre los tres y los diez, cuando la razón (y sus padres) les dice que pueden dormir solos, pero su instinto les llama junto a su madre, los niños pueden hacer cosas curiosas. Pueden llamar a su madre, y agradecerán enormemente que ella vaya, pero también se conformarán sin llorar con un simple «venga, duérmete, que es tarde». Pilar, de diez años, pasó una temporada levantándose a los cinco minutos de meterse en la cama y yendo a la habitación de sus padres:

— No puedo dormiiir.

— ¿Has probado a estarte quieta y callada?

— No.

— Pues prueba.

Y se iba. Al cabo de unos días, ya se sabía el truco:

—No puedo dormiiir.

— ¿Has probado a estarte quieta y callada?

—Sí.

— ¿Mucho rato?

— No, poco.

— Pues prueba más rato.

Unos días más tarde, no hacía falta dar con detalles:

— No puedo dormiiir.

— ¿Sabes qué te voy a decir?

Y se iba a dormir. Algunas noches, si no estaba muy cansada, mamá iba a hacerle compañía unos minutos. Unas semanas más tarde, Pilar se iba a dormir sin decir ni pío; y su madre, por supuesto, echaba de menos aquellos momentos.

Carlos González

Pediatra Infantil

Fragmento extraído del Libro Bésame Mucho

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.