El masaje está inmerso en más lugares de los que imaginamos. Por ejemplo cuando nos frotamos una parte del cuerpo que nos duele, cuando realizamos el famoso “sana, sana” a nuestros hijos, y sobre todo cuando acariciamos. Para un bebé, el tacto resulta tan indispensable como el aire (Marchelli, 2007), resultando vital el contacto piel a piel y las caricias. En este mismo sentido, ya hace muchos años Spitz (1945) acuñó el término de Hospitalismo para referirse a un síndrome que aparecía en bebés que sufrían un alejamiento de sus madres, y eran alojados en diversos institutos. Allí, todas las necesidades vitales eran satisfechas, pero no consideraban entre estas el sostén, las caricias y los abrazos. Así los bebés empezaban a presentar pérdida de expresión, de peso, retardo de crecimiento psicomotor global, desarrollándose un cuadro que podría llevar hasta la muerte.
Hoy la comunidad científica ha aportado suficiente evidencia para saber que las caricias resultan ser un alimento emocional para nuestros bebés. Mi experiencia como psicóloga de una terapia intensiva neonatal me permite observar esto todos los días. Cuando los bebés están en los brazos de sus mamás/papás, las alarmas suenan menos, los bebés prematuros regulan mejor su temperatura, no suelen hacer pausas respiratorias y toleran mejor la leche que llega por su sonda.
Hay múltiples formas de realizar masajes y caricias a nuestros hijos, y una de ellas es el masaje hindú, denominado Shantala. Este nombre surge a partir de la observación de un médico obstetra francés, quien caminando por las calles de Calcuta, observó a una mujer que sobre sus piernas estiradas tenía a su bebé y le practicaba suaves caricias. El nombre de esta mujer era Shantala. B. Marchelli (2007) comenta: El masaje infantil hindú es un arte antiguo, simple y profundo, capaz de contactar a dos seres usando las manos de quien lo proporciona, habitualmente las de la madre o el padre, siendo mucho más que un simple masaje (p.17).
Existen diversas investigaciones que dan cuenta de efectos positivos en los bebés que han recibido estos masajes, como por ejemplo un aumento en los niveles de melatonina (conocida como la hormona del sueño) que permite a los bebés conciliar el sueño más fácilmente, y la disminución del cortisol (sustancia liberada como consecuencia del estrés). Así mismo, los beneficios son bidireccionales, ya que en este intercambio se beneficia el vínculo entre la diada. Se ha podido observar que la madre también presenta menos estrés y ansiedad cuando logra sostener esta práctica con su bebé (Hernández-Rief, 2004).
En síntesis, esta es una herramienta muy valiosa que permite a los padres enriquecer el vínculo con el bebé, generando un encuentro de comunicación corporal. Es una oportunidad para detenerse en el momento presente y crear ese encuentro placentero, de entrega y de conocimiento mutuo. Explorar es muy enriquecedor.
Sí estás interesad@ en aprender esta práctica podés anotarte en nuestro taller de Shantala para padres.
http://www.bezanordelta.com/qu%C3%89-ofrecemos/talleres-especiales
Dra. Agostina Caruso
Psicóloga Perinatal
Directora de Beza -Centro Integral de Embarazo y Crianza -